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Desde el inicio: hablar y leer, de la herencia a la cultura, por Saraluz Elechiguerra*

Cualquier descripción del lenguaje que no abordara las funciones del lenguaje en la interacción social sería incompleta. The Emergence of the Speech Capacity, D. Kimbrough Oller

Desde el inicio de nuestra vida, nos sumergimos en un universo de sonidos, imitaciones y conexiones neuronales que revela la asombrosa naturaleza de nuestra capacidad para hablar. Sin embargo, a medida que desentrañamos este enigma lingüístico, nos encontramos con que la lectoescritura, a diferencia del habla, no surge espontáneamente en la naturaleza humana; se cultiva a través del aprendizaje y la educación formal, desafiándonos a descifrar símbolos, construir palabras y tejer historias, transformando la comunicación de un acto instintivo a una habilidad adquirida.

Al leer esta frase, “desde el inicio”, puedo visualizar un director de orquesta que, al finalizar un movimiento pide que sea repetido buscando la perfección.

Educación y sabiduría

“Desde el inicio”, tres palabras que saben a inmensidad.

Desde la prehistoria

En el colegio aprendemos que el universo estaba concentrado en un mismo punto, el cual se ha ido expandiendo desde partículas microscópicas hasta formar galaxias enteras. De manera similar, la vida se originó de moléculas simples, mismas que se sintetizaron en la atmósfera de nuestro planeta Tierra para dar origen a los “estromatolitos”, las primeras colonias de bacterias formadas hace 3,500 millones de años.

Recuerdo haber escuchado de niña  a mi padre decir estamos hechos de la misma materia que los sueños…”, esta frase escrita por William Shakespeare: “We are such stuff as dreams are made on; and our little life is rounded with a sleep” (The Tempest) me dejó  perpleja, se quedó grabada en mi ser y me hizo comprender que desde galaxias infinitas hasta una compleja bacteria somos un conjunto de moléculas abriéndonos camino. Si todos estamos hechos de lo mismo, ¿qué es eso que nos hace tan distintos?

Comunicación humana

Podría escribir sin parar, durante meses, un listado de cada una de las diferencias entre especies e individuos, aunque para fortuna de quien me lee, no será así. La diferencia en particular a la que hoy dedico este artículo es al don que nuestros padres nos han dado y que hemos  adquirido sin siquiera notarlo. No todo ser vivo es capaz de comunicarse como lo hacemos los humanos. 

Nos maravillamos al observar cómo los árboles transmiten mensajes a través de las raíces y cómo las plantas reaccionan ante el medio ambiente. Los animales, como nosotros, son seres sociales cuya supervivencia llega a depender del acto de comunicarse y del ser receptivos; el instinto es innato, lo traemos en los genes, pero, ¿cómo es que un infante pasa de comunicarse a través de gemidos, movimiento y llanto a un lenguaje sistematizado como es el habla?

A partir de los 12 meses, el ser humano comienza a comunicarse de forma estructurada, comprendiendo lo que sus padres le dicen, lo demuestra señalando objetos y mediante gestos. Los infantes comienzan así con el lenguaje gutural, repitiendo sonidos, por lo que a esta edad es vital que sus padres les hablen. Aprendemos con el ejemplo y se ha comprobado que un niño va adquiriendo la habilidad de hablar a través de la interacción física con su interlocutor.

Los niños son seres cuya capacidad de obtener nuevos conceptos y asimilarlos es más eficiente que la de un adulto; ellos van desarrollando su red neuronal a pasos agigantados durante los tres primeros años de vida. Lo anterior no significa que dejen de hacerlo una vez pasada esta etapa, únicamente la tasa de crecimiento se va desacelerando, pero el ser humano nunca deja de aprender.

Un niño de dos años de edad se vuelve capaz de reconocer su nombre y responder ante él cada vez que se le llama, comienza a cuestionar y a mostrar interés cuando se encuentra en medio de una conversación. No obstante, el desarrollo infantil no depende de un individuo exclusivamente: la sociedad entera se ve inmersa en este proceso y así ha sido por millones de años. Gracias a los hombres del paleolítico, hoy escribo estas líneas para ser comprendidas por quien me lee.

Al nacer, la necesidad de vivir dentro de una agrupación social, cada uno de sus integrantes comienzan a experimentar roles y adquirir obligaciones, por lo que la comunicación comienza a ser el pilar de estas nuevas sociedades.

Hacia el año 7,000 a. C. nace la agricultura. Las tribus comienzan el sedentarismo, surgiendo el linaje y la filiación sanguínea. Esas pequeñas tribus se expandieron haciendo preciso convivir con otros clanes, formando alianzas para proteger sus propiedades y aprender nuevos oficios. Esta evolución trajo consigo una nueva necesidad en la comunicación humana: la trascendencia. Con la pintura, como antecesor de la escritura, el ser humano narra el día a día de su tribu, mostraba su jerarquización y comenzaba a relatar historias.

Los sumerios de la antigua Mesopotamia, actualmente Irak, fueron quienes desarrollaron la escritura cuneiforme entre los años 3 500 y 3 000 A.C., llamando así  esta técnica al ser utilizada una cuña como utensilio para grabar mensajes sobre arcilla blanda. 

Los primeros mensajes fueron signos o “pictogramas” que después pasaron a ser palabras-concepto o “fonogramas”. Esta escritura prevaleció sin grandes cambios hasta que en el año 1800 a.C., aproximadamente, surge la escritura alfabética.

Es a través de la escritura alfabética que grandes civilizaciones dejaron su huella por donde pasaban, los imperios se expandían y con ello sus costumbres, descubrimientos y sabiduría. Todo este nuevo conocimiento se iba fusionando con los saberes locales enriqueciéndose, como ocurrió con las civilizaciones china, griega y egipcia.

En el caso del castellano, mi lengua materna y la de más de cuatrocientos noventa y tres millones de personas, conforme al Ministerio de Asuntos Exteriores de España, esta lengua proviene del latín, celta, griego, germánico y árabe, pueblos que fueron llegando a la Península ibérica a lo largo de los siglos.

El milagro que representa la comunicación debe ser tomado con responsabilidad. Como sociedad, estamos dando por sentado que los niños aprenderán a hablar, que hoy en día la información está al alcance de todos y con un clic podemos ser testigos de lo que pasa en tiempo real en el mundo.

Aquí quiero hacer la distinción de que el lenguaje no es lo mismo que el habla: el habla es la expresión verbal del lenguaje, es cómo formamos los sonidos y con estos las palabras; mientras que el lenguaje es la facultad del ser humano para expresarse.

Estudios recientes y sus resultados

En estudios recientes, realizados por el Dr. Kimbrough Oller (de la Universidad de Memphis, The Emergence of the Speech Capacity, 2000) a 5,899 infantes, cuya edad no superaba los dos años, fueron grabados durante seis días, el ejercicio permitió generar más de 450 mil horas de grabaciones y 56 millones de sonidos guturales repetitivos y secuenciales, siendo excluidos el llanto, la risa, tos, estornudos e hipo. El análisis posterior de esta información a través de diversos logaritmos permitió concluir que los varones con edades inferiores al año emitían un 10 por ciento más sonidos que las niñas de esa edad, tendencia que se invierte al pasar los 24 meses de edad. Las niñas pasan a hablar 7 por ciento más que los niños.

A partir de estos resultados, los investigadores concluyeron que en la prehistoria los pequeños varones debían hacerse notar para demostrar a la tribu que estaban sanos y así evitar ser abandonados, mientras que a las niñas se les protegía, ya que ellas desempeñaban otro de los roles importantes de la sociedad, la sucesión del linaje.

A diferencia de los primates, los bebés humanos son indefensos, por lo que la ventaja que tienen sobre cualquier otra cría es el habla: entre más se comunique un bebé humano, mayores serán sus oportunidades para sobrevivir.

El doctor Kimbrough Oller, además, destaca la relación entre la emisión de sonidos a temprana edad con la detección de problemas neuronales: un niño que no emite sonido alguno en los primeros meses posteriores a su nacimiento puede presentar un problema físico o neurológico. La emisión de sonidos que se asemejan a una palabra o “protófonos” es una cualidad del infante para conseguir una independencia vocal, los cuales va imitando y explorando por sí mismos. Un infante, de la misma manera que nuestros ancestros, los homínidos, comienza  a desarrollar el lenguaje que, sin el componente social, no se logra.

La educación con IA

Momentos estelares del cerebro humano

Primero, surgió la lengua y, para ser preservada y transmitida, nacen la escritura y la lectura. Con los estudios del doctor Oller aprendimos que el habla depende del cerebro, pero, ¿existe alguna relación entre el desarrollo de nuestro cerebro con la lectura?

La lectoescritura no puede ser ejercida por un infante cuya evolución cerebral no lo permita. La maduración natural del cerebro es céfalo-caudal y próximo-distal, lo que significa que comienza de arriba hacia abajo y de adentro hacia afuera. Lo que primero madura es la región encargada de la discriminación visual y después la auditiva.

Este proceso culmina con la maduración de la corteza prefrontal, la zona del cerebro encargada de controlar o inhibir impulsos, y el lóbulo frontal, región donde se genera la toma de decisiones.

Para continuar con el concepto de maduración en el cerebro y la lectoescritura, quiero regresar al inicio de la escritura cuneiforme con la que los sumerios plasmaban códigos que debían ser descifrados. Para ejecutar esta tarea, los dos hemisferios cerebrales deben trabajar juntos, comunicándose a través del cuerpo calloso, el cual es un tracto de sustancia blanquecina situado en lo más profundo de nuestro cerebro, que conecta los hemisferios del encéfalo. 

El hemisferio izquierdo del cerebro, región que opera nuestras capacidades motrices, es capaz de reconocer fonogramas y diferenciar su longitud, mientras que el hemisferio derecho permite procesar y sintetizar la información.

El neurocientista francés Stanislas Dehaene (How We Learn, The New Science of Education and the Brain, 2018) explica cómo la información visual adquirida por el cerebro va apilando el conocimiento de los grafemas en un área que denomina “la caja de las letras”. A partir de este punto, el estímulo viaja a dos redes neuronales: la del significado y la de la pronunciación y articulación.

Leer, pese a todo

Leer consiste en reconocer los grafemas; al agruparse forman palabras, las cuales ya cuentan con un significado. Por lo tanto, la lectura se da en el área encargada de la discriminación visual en conjunto con la auditiva.

Tras años de estudios, Dehaene ha notado que el cerebro de un lector presenta un cambio muy importante en esa área que denomina la “caja de las letras”, concluyendo que esta “caja” sólo se estimula en personas que saben leer y escribir. 

En la naturaleza del cerebro está la capacidad de hablar, es instintivo, mientras que aprender a leer permite ampliar áreas de nuestro cerebro, las cuales, al nacer, no contaba con ellas. Estos circuitos neuronales no nacen con la función de la lectura por sí misma, aprender a leer altera la estructura cerebral y genera nuevas conexiones, habilitándolas para comunicarse entre sí y desarrollar diferentes habilidades.

La comunicación, ¿la heredamos o la adquirimos? Llevar la comunicación en nuestro ADN es uno de los más grandes rasgos distintivos que nos hacen ser humanos. Las nuevas generaciones cuentan con que sigamos transmitiéndoles el conocimiento que las generaciones pasadas nos han entregado.

Dispositivos digitales

La tecnología avanza a pasos agigantados y las tradiciones van perdiendo peso. Pasamos de la arcilla, la piedra, las pieles, el lápiz y el papel a un dispositivo de visualización electrónico. Las pantallas, en nuestros días, representan una herramienta de comunicación con acceso a la información en tiempo real y nos conecta con el mundo entero.

Según la Asociación Americana de Pediatría, los niños empiezan a ser expuestos al uso de dispositivos electrónicos desde un año de edad, uno de los momentos cruciales para empezar a desarrollar el habla, por lo que su uso limita las oportunidades de aprendizaje y su interacción con el entorno.

En un análisis conducido por Midori Yamamoto de la universidad de Chiba en Japón (Screen Time and Developmental Performance Among Children at 1-3 years of Age in the Japan Environment and Children’s Study, 2023) en el que participaron 57,980 niños de edades de entre los 12 a 24 meses, se observó que el tiempo frente a un dispositivo electrónico afecta el desarrollo de los niños. Y es visible cuando llegan a cumplir tres años de edad. 

Entre los principales efectos identificados en el neurodesarrollo infantil a partir de los estudios de Yamamoto, destacan los trastornos del lenguaje, el comportamiento y la falta de regulación emocional, un déficit en las funciones ejecutivas y la disminución del sueño.

Si bien nuestro cerebro ha ido evolucionando hay aspectos en nosotros que se han ido deteriorado.  Las familias o clanes en la antigüedad eran fundamentales para la supervivencia y con ello la base del auge de grandes civilizaciones.  Hoy en día el rol de la familia debería ser considerado prioritario, como lo era en la antigüedad, pero la dinámica social se ha transformado y visto inmersa en la actividad sin fin de la modernidad.

Hemos observado que, para el habla, el factor social en el ser humano marca el desarrollo del lenguaje. En este punto quiero enfatizar que las pantallas no sustituyen la interacción humana a tempranas edades, no obstante, algunas personas asumen que la tecnología podría reemplazar el rol de las personas, siendo esto falso.

Los niños, para aprender a hablar, necesitan escuchar a otras personas, principalmente a sus padres; necesitan verlos gesticular, observar cómo reaccionan e interactúan con los demás.  Los niños necesitan el factor humano para poder desarrollar la necesidad de expresarse, el sentido de pertenencia y de seguridad; esto nunca podrá proporcionarlo una pantalla o un dispositivo electrónico. 

Michel Desmurget (La Fabrique de crètin digital, 2020), director de investigación del Instituto Nacional de la Salud de Francia, cuenta con una serie de estudios que demuestran que las actuales generaciones están teniendo un coeficiente intelectual inferior al de sus padres, algo sin precedentes: en la pasado los hijos tendían a tener un intelecto superior al de sus progenitores, también conocido como el “Efecto Flynn”.

No podemos culpar a los dispositivos digitales por la disminución de las capacidades intelectuales que las generaciones actuales están presentando, nuestro estilo de vida sedentario ayuda a que el desarrollo corporal y la maduración neuronal también se vean afectados.

El cerebro humano es un órgano en constante cambio, sus características no son definitivas ya que dependen de nuestros hábitos y experiencias. Lo que hacemos cada día de nuestras vidas fortalece ciertas zonas del cerebro, cuando dejamos de hacerlas el cerebro no es  estimulado, llevando a debilitar a las redes neuronales. La plasticidad del cerebro es extrema aún en edades adultas, por lo que cualquier deficiencia siempre la podremos corregir.

La travesía del lenguaje humano desvela la intersección entre conexiones neuronales e interacción social. Si bien la capacidad de hablar se encuentra inscrita en nuestra biología, la lectoescritura se presenta como una habilidad forjada a través del aprendizaje. Hemos explorado las capas complejas de la comunicación, donde la mente, la sociedad y la cultura convergen en una narrativa única. En este contexto, la tecnología se erige como un elemento transformador.

Los invito a retomar eso que llevó a las grandes civilizaciones a trascender y transmitirnos aprendizaje. Volvamos a lo simple: al inicio. 

Salaluz Elechiguerra

*Saraluz Elechiguerra es internacionalista por el ITESM y maestra en comunicación y diseño publicitario por la Universidad de Valencia y la Escuela Superior de Diseño de Barcelona. Apasionada por la educación, la lectura y el arte. Autora de cuentos cortos y poemarios, se ha dedicado a la escritura creativa desde hace 15 años. Ha sido profesora universitaria en materias de comercio internacional, gestión del conocimiento intercultural y mercadotecnia.