Asaf Avidan y Sama Abdulhadi: un Tête à Tête sonoro, por Paco Vásquez*
As a Palestinian you know life could be over in 10 minutes. Sama Abdulhadi
El artista es un chamán que transita entre lo visible y lo invisible. Asaf Avidan
En estricto orden alfabético, hablamos hoy con brevedad no de la barbarie, ni de la guerra, ni del odio, ni la venganza; no de las injusticias de la justicia ni de la ceguera de la bandera de las verdades religiosas, ni de los fanatismos religiosos ni del funesto mal que inunda nuestras civilizaciones: el resentimiento. Pero, ¿de qué sí hablamos? De música. De música gigante. De sonidos que vienen simultáneamente de los desiertos y las ciudades, de las salas de concierto y las discotecas, de la medianoche al amanecer. Hablamos de los festivales que corean canciones al unísono, y de cuerpos que se mueven y sudan y se juntan y se intiman hacia fuera y hacia dentro. Hablamos del universo musical de Asaf Avidan desde Israel y Sama Abdulhadi desde Ramala, Palestina.
Asaf Avidan from Israel
Músico de 43 años (Jerusalén 1980), Asaf Avidan con sutilezas en la voz, en un registro casi inimaginable, derrumba, construye y vuelve a demoler los sólidos, aunque porosos muros de géneros y corrientes musicales. En opinión de escuchas de confianza, Asaf, israelita de nacionalidad, de formación en artes gráficas e hijo de diplomático, es un ente musical en cuyo cuerpo se cocinan las actitudes de “diva” de una compleja red de artistas pop por muchos conocidos: de la difunta Amy Winhouse y el predicador justiciero de Nick Cave; de la profundidad lírica del poeta y juglar canadiense Leonard Cohen, de los modos contrahechos de voz y cuerpo de Thom Yorke, de las cadencias contra-dancísticas de Bjork y, más aún, diría yo, con algo de las manías histéricas en voz y cuerpo de un maduro Tom Waits.
Su música, la del israelita Avidan, viaja de las formas del folk a las del rock, del indie, a un post-punk muy a la inglesa. Rodeado de The Mojos, su grupo hasta hace algunos años, desde el 2006 y aún ahora como solista, su música, su voz, sus letras: su sonido en conjunto, emociona y confunde. Su canto evoca no el de una mujer, sino el de un ser ambiguo, como los de las mitologías, ese ser escindido que tiene en sí una mitad y ofrece la otra que alguien necesita. El reto que los escuchas tenemos es oír y ver, entre otras cosas, “The Labyrinth Song” de su segundo álbum, Gold Shadow de 2015. Otro reto es sumergirse en Anagnorisism de 2020, su más reciente álbum, antes de los “en vivo” que ya se encuentran disponibles. Con estos nombres de por medio, más que a un israelita común, vemos a un “griego” clásico evocando futuro y extendiendo su canto con un Sennheiser en voz. Como corolario a esta nota que es apenas una pincelada, Asaf Avidan pudo comunicarse con su arte ante el público parisino, hace apenas unos días, ya con la crisis por los atentados de Hamas perpetrados contra su país. Diría que “no se lo pueden perder”, pero sí, se lo perderán, porque parece que ya no está disponible. Dejo la imagen del que fue y vi algún fin de semana. No obstante, comparto la canción con la que lo conocí, “The Labyrinth Song”, para su disfrute.
Sama Abdulhadi from Ramala, Palestina
Une fille terrible de la música de pista, compositora y DJ de Palestina, ha roto con la tradición misógina de su estado-religión-nación y lucha contra el estado israelí desde la mezcla, el control, el sonido; desde el entramado acústico que sólo es posible desde ese espacio-mujer-máquina que es la mesa de controles de una pinchadiscos. Una techno queen, como con frecuencia se le califica.
Con camiseta negra, la vemos, por ejemplo, en el Boiler Room de su ciudad o en medio de un desierto que parece estar a unos cuantos kilómetros de la frontera, esa tierra bendita y maldita por el deseo, la política y la religión. Sama se impone componiendo, tramando sonidos del trance, con las voces que surcan el viento que respira y en ocasiones con las voces cascadas de un Perry Farrel (ex Porno for Pyros y ex Jane’s Addiction) que viene desde la también cálida y excéntrica California.
Educada en Jordania y Londres en música e ingeniería, Sama, como le decimos sus amigos (también soy amigo de Mark Twain y David Bowie), embruja corazones y voluntades. Aún con una presencia precaria en audio streaming y un poco menos modesta en YouTube, Sama impone un Techno de larga tradición en el sonido occidental.
La primera noticia que tuve de ella fue precisamente gracias a Perry Farrel en su hermoso disco The Glitz; The Glamour (Remixes) donde viene “Vast Visitation” con el mismo Farrel, Sama y Jim Morrison. Aunque como niña mimada de una familia privilegiada algún tiempo en el exilio, buscó siempre destacar y sobre todo hacer lo que más le gustó desde joven: hacer música y retar a su sociedad, aunque dados los estándares del estado islámico, no es muy difícil, sobre todo si se es una mujer joven con ánimos libertarios.
En sus sesiones en vivo, Sama lleva al cuello el aro de una granada israelí, aunque el mensaje es bidireccional. Simboliza también la presión del fanatismo religioso al pinchar en un recinto considerado sagrado, por ejemplo. Arrestada por la policía de su país, aumentó su notoriedad en la escena techno europea.
*Francisco Vásquez es editor de contenidos digitales en grupo Edilar, director editorial de Vos Ediciones y doctor en Teoría literaria por la UAM-I. Además, se dice que es un melómano en formación.